El día está en un entorno de cualquier día de elecciones. La hora, muy temprano. Un clic deshace otro clic. Sólo hay que aprender a que el segundo clic no se vaya de madre y listo.
Hay unos dedos que me recuerdan a los que colgaron unas teclas entre dos edificios cualquiera de Venecia y los coloreó de amarillo. No tienen nada que ver. Aunque quizá tenga que ver con todo. Quizás me estén mandando señales de fracaso en forma de dedos, o de mensajes por la mañana, en entornos electorales.
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