domingo, 11 de julio de 2010

¿Y mis chanclas?


Abrí los ojos y no recordaba nada. ¿Por qué estaba sentada en una silla de plástico en una especie de mitad estadio mitad plaza de toros rodeada de miles de personas? ¿Por qué mis zapatos se escurrían de mis pies? Alcé la vista y pude ver un escenario donde un concierto de rock daba sus últimos acordes.



Entonces, toda la gente se levanto y mis chanclas desaparecieron con ellos. ¿Qué hacía allí? Solo podía recordar calles empedradas y paredes muy blancas, típicas andaluzas, que siempre daban a un patio también muy de la tierra: blanco, con su pozo en medio y macetas de flores por todas las paredes. ¿Qué podría haber pasado?



Pero lo que más me preocupaban eran mis chanclas. Me fui del lugar sin poder encontrarlas. Por lo visto, había acudido al concierto con un grupo de amigos. A mitad de camino no lo pude resistir y les rogué que volviéramos a buscar mi calzado. Discutieron unos minutos hasta que al final aceptaron.



Sin embargo, insistieron en tomar un atajo por una clínica sanitaria privada que abarcaba toda la manzana. Ese fue el fin, todos se perdieron excepto una de las chicas. Al salir a la calle por la puerta de pediatría el otoño se nos había echado encima.

miércoles, 7 de julio de 2010

Copiloto


Yo solo quería hacer un viaje a Huesca con mi novio. Pero fue imposible mantener el acompañante durante los días siguientes. El plan era ir a un camping de los Pirineos con una caravana enganchada detrás de nuestro pequeño coche rojo pero, al llegar a Zaragoza, acabé contratada en un supermercado.


El encargado de mi supermercado era un ser despreciable, un déspota que nos obligaba a trabajar por un mínimo salario y que no nos permitía abandonar el trabajo. Tras unos días de calvario decidimos huir. Extrañamente, bastó con ir a la cafetería y escupir en su bocadillo para quedar libres.


Fuera me esperaba mi chico y, como ya había pasado el fin de semana, emprendimos el camino de vuelta. En el tercer control de carretera, al mirar al conductor del coche, pude comprobar con toda naturalidad que ya no era mi novio el que conducía, sino mi ex (¿Un sueño de tu recuerdo en la carretera?) Su espesa masa de cabello claro y sus ojos claros estaban sentados a mi lado, como si nada. De repente frenó en seco en mitad de la carretera.


Un campamento de niños gitanos se erigía en la cuneta. Mi nuevo acompañante estuvo hablando y bebiendo largo rato con ellos hasta que llegó la noche. Para cuando volvimos al coche, estaba demasiado bebido y no dejaba de hacer eses. Al cabo de un rato me di cuenta de que nos habíamos dejado la caravana desenganchada. Al principio pensé que los gitanos nos la habían robado pero nada más lejos de la realidad, nos estaban esperando custodiándola. Por supuesto, hubo más alcohol en el recuentro y la segunda vuelta fue todavía más desastrosa. A todo esto, ¿Dónde se había metido mi novio?


Llego un momento en el que fue necesario subir una cuesta y vi peligrar mi vida. Aunque no sabía conducir le rogué que me dejara intentarlo, con él seguro que acabaríamos despeñándonos por el precipicio. Aunque me tuve que parar varias veces a mitad de camino lo conseguí.


Al bajar del coche, cerraba la puerta del copiloto una chica con el pelo rapado, que me abrazó.

lunes, 5 de julio de 2010

Lewis Carroll - Alicia a través del Espejo


Más juegos de palabras en el mundo absurdo y entrañable de Lewis Carroll. ¿Lo leéis conmigo?
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domingo, 4 de julio de 2010

Toboganes

Al terminar el partido de tenis nos hicieron visitar las instalaciones de todo el complejo deportivo, donde algunos estudiarían al año siguiente.
-Suban por estas escaleras mecánicas- nos dijo la guía a todas las familias

Así lo hice. Las escaleras se torcían, subían, se convertían en rampas e iban cada vez más deprisa hasta ser casi toboganes. Al cabo de un rato todo el mundo disfrutaba resbalando y yendo de un lado para otro.

A parte de las escaleras había muchos más artefactos lúdicos con los que pasamos un buen rato riendo y disfrutando. Entonces me pregunté dónde demonios se habría metido Luis, el chico con barba y carita sonrosada (bastante guapo he de decir) que me había acompañado todo este tiempo. Definitivamente se había esfumado, así que decidí volver con mi padre, que estaba realmente interesado en una máquina de boxeo virtual.

Apenas habíamos intercambiado algunas palabras cuando oí que me llamaban. Al principio creí que Luis por fin había aparecido pero en su lugar, alguien 5 años más joven, de mi edad, se acercaba con una expresión poco clarificadora.

-¿Por qué se lo contaste?- Volví la cara y le vi: pelo rizado, muy rizado, moreno, labios carnosos y largas pestañas. Sin duda: JC (Un bichito amable.)
-Tú tardaste poco en decírselo a ella, estamos en paz.-

Me enfade mucho, muchísimo, pero no pude evitar proponerle un paseo por las divertidas escaleras mecánicas. Se mostró reacio al principio, pero luego accedió. De todas formas ya era demasiado tarde y todo esto solo un sueño.

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