domingo, 11 de julio de 2010

¿Y mis chanclas?


Abrí los ojos y no recordaba nada. ¿Por qué estaba sentada en una silla de plástico en una especie de mitad estadio mitad plaza de toros rodeada de miles de personas? ¿Por qué mis zapatos se escurrían de mis pies? Alcé la vista y pude ver un escenario donde un concierto de rock daba sus últimos acordes.



Entonces, toda la gente se levanto y mis chanclas desaparecieron con ellos. ¿Qué hacía allí? Solo podía recordar calles empedradas y paredes muy blancas, típicas andaluzas, que siempre daban a un patio también muy de la tierra: blanco, con su pozo en medio y macetas de flores por todas las paredes. ¿Qué podría haber pasado?



Pero lo que más me preocupaban eran mis chanclas. Me fui del lugar sin poder encontrarlas. Por lo visto, había acudido al concierto con un grupo de amigos. A mitad de camino no lo pude resistir y les rogué que volviéramos a buscar mi calzado. Discutieron unos minutos hasta que al final aceptaron.



Sin embargo, insistieron en tomar un atajo por una clínica sanitaria privada que abarcaba toda la manzana. Ese fue el fin, todos se perdieron excepto una de las chicas. Al salir a la calle por la puerta de pediatría el otoño se nos había echado encima.

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