lunes, 20 de diciembre de 2021

Para que 2021 no se quede vacío

 En estos casi dos años he pensado algunas veces en este blog. He pensado en cerrarlo, en cambiarle el nombre, en archivarlo porque, aunque soy incapaz de borrar, ha perdido su propósito. El propósito de una adolescente narcisista que necesitaba desahogarse, justificarse, jugar a ser mayor.

Pero el ser es continuo. Soy esta porque fui aquella, para bien o para mal. Yo también soy mi pasado y quizás los propósitos de las cosas que son mías puedan cambiar. Quizá me avergüence de cosas que escribí cuando tenía 17 años y abrí este blog, pero quizá el interés ahora sea leerlas, reírme y ver que ya no soy así. Quizá el propósito es saber que ya no sufro. Quizá el propósito es saberme libre y querida.

Ya he dicho a veces que sólo escribo cuando estoy en crisis. Pero no es cierto. Tengo el móvil lleno de notas, de ideas que no elaboro. Creo que cada vez me cuesta más ser ambigua cuando hablo de mi vida. La deformación profesional me fuerza a la claridad extrema. 

Tenga la sensación de que durante 12 años he dicho que usaba este blog para aclararme las ideas cuando lo único que hacía era usarlo para enfangarme en mi propia miseria.

Escribiendo esto recordé que en realidad abrí el blog porque me gustaba escribir lo que soñaba. Quizás, simplemente, debería retomar aquello.


Ni aunque me pagaran volvería a tener 17 años, ni 20, ni 25. 

Desde hace un tiempo siento que estoy en paz, como si fuera una niña despreocupada. Me ha costado tanto llegar aquí. A veces me compadezco de mí misma y me pongo furiosa. Pero la furia no se lleva ese estado de paz.

Una vez, siendo muy pequeña, mi hermana aún era un bebé, mi padre me estaba bañando y recuerdo que le dije, toda repipi como yo era: Papá, ojalá el tiempo se detuviese. Mi padre se lo tomó a broma y me dijo "Si el tiempo se parara no podríamos movernos". Hoy me vuelvo a sentir así, pero de verdad.


Y bueno, quizás vuelva a escribir por aquí. O quizás esto vuelva a caer en el olvido.

jueves, 13 de febrero de 2020

Máximo relativo

Sabía que estaba contenta. Pero no sabía que en mi vida adulta describiría en mi cabeza ese día como uno de los más felices de mi vida. 

No feliz en abstracto,
no feliz en teoría.

Ni siquiera querría ya revivir ese día. 

Pero no recuerdo haber sentido ese grado de plenitud. Tenía quince años y todo para ver un futuro brillante. Tenía quince años y un presente en el que poder brincar. 


Todo fue bien, tropecé muchas veces. Caí en pozos profundos de los que pude salir. Aprendí lo suficiente para saber que la cristalización de mi adolescencia es solo una pintura emocional. Dejé de buscar como una drogadicta el pasado en el presente, ni los futuros perdidos. Fui consciente de que a veces he sido mayoritariamente víctima, y otras veces mayoritariamente responsable. Fui consciente del peso que tenía ser mujer en mi historia. 

Por eso sé que ya no sentiría la misma desmesurada felicidad en las mismas circunstancias. Aunque nuestras sombras, mi sobrada seguridad y tu sonrisa boba, se reencuentren en algunos de mis sueños.  Aunque haya otros fantasmas me llenen de desprecio hacia mí misma.

Siempre seré una alcohólica del amor romántico.


Pero el feminismo nos enseñó que otra forma de querer es posible. Nos enseñó a querernos a nosotras primero. Dejamos de saltar sobre camas elásticas cada vez más alto, rogando que siguieran ahí en cada bajada. Aprendimos a deslizarnos con las manos por la tierra y por el mar.

Y ya no puedo saltar tan alto, pero salto cuando me da la gana.


miércoles, 15 de enero de 2020

Un tesoro de segundos

He creado un segundo
aquí mismo,
bajo tus pies,
sobre la mesa
para mis amigas.

Se destruirá en el segundo siguiente
o quizás, con suerte,
perdurará en una conciencia,
tal vez la mía
nunca la de mi abuela.

Puede que permanezca y no
al ser alterado:
romantizado
o envenenado por un corazón roto

Un tesoro de segundos,
de flashes en mi memoria.
Una moneda para brindarte
que se desvanece genéricamente.
Un brindis por retrasar la muerte
de los instantes eternos.

martes, 24 de septiembre de 2019

Metatexto

Me cuesta mucho escribir en mis periodos de felicidad. Parece que solo la cuerda de la tristeza guía mi manos desde la cruceta de las emociones. Me pregunto si solo sé escribir reproches, amores imposibles. Por qué es un necesidad de terapia para mí. y no un regalo, por ejemplo, para el hombre que duerme a mi lado.

Hace unos meses mi hermana nos regaló, a ella y a mí, un cuaderno enorme y precioso, donde escribirnos la una y la otra. Y nos cuesta horrores escribir. Quizá porque es difícil escribirle a alguien que no seamos nosotras mismas o no sea un desconocido. 

Escribir la tristeza es dual y contradictorio.  La eterniza para el mundo y la borra para ti.

Después de diez año escribiendo en este blog, vuelvo la vista atrás y me pregunto: ¿Es realmente esta la persona que quiero que recuerden? ¿Esta María rota, agitada, melancólica, alterada?


¿Seré capaz de romper los barrotes de mi propio personaje?

viernes, 20 de septiembre de 2019

Tesis

Pensaba que el día que me doctoré iba a ser uno de los días más felices de mi vida. Como lo que dicen de las bodas, o de los partos; en mi caso un bebé en forma de tesis doctoral. Mis padres me habían traído en coche y habían hecho malabares para liberarse de todos sus compromisos. Habían viajado 2000 km porque yo se lo pedí y organizaron el cóctel de después. Mi mejor amiga también hizo un auténtico esfuerzo para viajar desde Madrid para acompañarme en ese momento. Buena parte de los amigos que hice durante la tesis me acompañaron.

Fue un día que no pude disfrutar, o que no me permití disfrutar, y aún me siento culpable por ello. Aunque todo fue bien, y creo que quien se tenía que sentir orgulloso lo hizo, la ansiedad me acompañó en todo momento. Y por eso, siento que defraudé a los que más me querían. Porque dejé que un hombre me arrebatara esos momentos. 

Recuerdo aquel día como la espectadora de un sueño irreal, como el ensayo de algo que aún estaba por venir, y en el que sería feliz.  Lo recuerdo con rabia, con impotencia. Es para mí una pérdida. Un día preciado y muerto en su propio nacimiento. Una elipsis terrible, forzosa, desproporcionada.

Nada podrá arreglar ese día, no hay Cum Laude que lo compense, ni proyección laboral. Porque ese no era un día para mí, era un día para mis padres, que eran los que mejor podían leer mi estado de ánimo. 

Ojalá puedan y ojalá pueda perdonarme. 

Ojalá aquel día hubiera podido vivir el momento igual de bien que definí el grafo de longitud complementaria.

viernes, 19 de julio de 2019

Jam en el granero

Yo que tanto he amado,
me veo leyendo
vetustos poemas de amor
mientras suena
una Jam improvisada,
un amor que clava sus raíces en mí.
Mientras, pienso en el pasado
como ajeno y como propio,
como la ginebra.
Cuestiono las definiciones de amor
y mis definiciones.
Estoy borracha
de sonrisas y del resucitar.
Estoy flotando en un limbo
entre la incertidumbre
y la certidumbre
de que todo vaya bien.

Lo más leído