sábado, 24 de noviembre de 2018

Saliendo de Madrid

Madrid es una ciudad que suelo asociar con dolor de corazón. Porque te fuiste a Madrid para no regresar, porque cada viaje que hacías de vuelta era una derrota. 

Madrid guarda con celo mis pinturas favoritas, el Guernica y el Jardín de las delicias, y a mi mejor amiga.  

Madrid me gusta más que otras ciudades, porque es caótica y medio cercana. Y quizás porque no la entiendo bien todavía.

Madrid me produce confusión, y es el punto de partida de decisiones terribles, de viajes que por segunda vez parten hacia el sur en lugar de hacia Francia.

Dicen que vivo en un lado dorado de Francia, donde los días se me pasan grises, donde por primera vez en mucho tiempo vuelvo a escribir, y le vuelvo a escribir a un fantasma. El otro día vi tus zapatos y tus pantalones, y reviví una despedida en tu portal, de hace más de diez años.

He estado escribiendo y borrando líneas todos estos meses, impulsada por el miedo, por las consecuencias de unas palabras que no hacen más que expresar mis sentimientos. Son palabras perdidas, en cualquier caso. 

Y creo que, como me dijo una antigua amiga, las cosas que hacen que la gente se enamore de mí, son las mismas que luego las desesperan. 

A todos les gustaba mucho mi libertad. 

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