domingo, 31 de julio de 2016

Bicicleta quemada

Un día escribo Madrid y por la noche, en mi sueño, me instas sin piedad a que deje de hacer el ridículo.  Haces que otros que se llaman como tú se rían de lo patética que soy cuando toco tu reflejo en mi cabeza.

Me siento tan mal, tan injustificable, que me olvido de mi bicicleta, y de mi bolso, que dejé colgado en el manillar. Para cuando me quiero dar cuenta, ya es demasiado tarse para terminarse el helado y salir del museo de los juegos de misterio.  A mi bicicleta le falta una rueda y el resto ha sido quemado. De la cartera, solo me han robado el dinero, cincuenta euros.

Me desespera la situación de mi bicicleta, pero ni tú ni tu tocayo me queréis ayudar. Tú sientes entre compasión y rechazo, el otro se regodea en mi sufrimiento.

Mis padres no me cogen el teléfono.

sábado, 30 de julio de 2016

Del refugio de tu axila al recuerdo del banco oscuro de tus ojos verdes.

Te huelo en mi sudor más repugnante, como una especie de metáfora real. Ya sólo siento sábanas rojas y verano desnudo. Solo escucho turistas por la ventana, solo vuelvo a ver la lámpara del techo. Es que a fuerza de buscarte me aprendí la habitación de memoria. Me aprendí el fondo de los cajones, aquellos sitios donde yo era lo que menos importaban, donde estoy ahora, seguramente,  junto con las decenas de cosas que nunca te atreviste a tirar.

Ya no veo lágrimas,  creo que lloraba sudor. Y no te veo a ti, o quizás te veo demasiado. Porque solo veo imágenes enfermizas, llenas de polvo, tanto por fuera como por dentro.

Al mismo tiempo me desdoblo y dejo de referirme a ti para volverme a envolver en aquellos problemas que alguien me dijo que me abrazaban. Es así.  A mí,  en este contexto, los problemas me besan y me abrazan, me hacen desearlos desesperadamente tranquila, buscando una aventura, o irrevocablemente desquiciada, buscando un refugio.

El hecho es que estoy en ese bit en el que no quiero un refugio.


A veces pienso qué hubiera pasado si Madrid no existiese,  o si todo fuese Madrid.

miércoles, 27 de julio de 2016

Uno x uno

Lo confieso: "Ole ese Manu de Isla Cristina"

Qué quieres que haga 
si cuando me clavas la mirada 
se vuerve loco mi pensamiento
Nunca lo digo pero lo siento

En cada momentito 
que tu me miras y estás conmigo
lluvia de de estrellas que se disparan
Dilo bahito que me hase farta. 

martes, 26 de julio de 2016

Despegando. A dopo.

Estoy esperando un avión y no me llevo muchas cosas. Me llevo mi maletita roja llena de ropa de verano y dos pares de zapatos. Llevo un bolso y poco más.

Estoy sentada, esperando a que despegue. Y estoy pensando en todo lo que no he podido llevarme. Quise coger un extremis una tormenta bienintencionada, que no cabía, porque es verano. Quise arañar truenos y relámpagos, empujarlos y meterlos en el bolso. Imposible, demasiado tarde, superaba el peso permitido.

Todo para que se me enganchase en el vestido una nubecita extremadamente suave, que no me molesta, pero que  ocupa un enorme espacio. Por eso ya no cabía nada más, ni mucho menos parches de temporales. ¿Qué le está pasando a mi corazón-maleta, que se está quedando sin sitio?

lunes, 25 de julio de 2016

La arista que rompe el árbol

      No son tan distintos, en realidad, el que ahoga por estar ahogado y el que se deja ahogar con resignación.  De hecho, se me hacen iguales en su dicotomía. Son tristes de alguna manera. El primero tiene un escudo de chulería, el segundo tiene una coraza de ironía. Sin embargo, es la vida del primero la que es una ironía, y es el segundo el que no pierde el misterio que esfuma el escalón inmediatamente superior a la arrogancia.

       La resignación tiene forma de sonrisa muy muy lejana. Es un cuento, un microrrelato, una parábola asiática que no se alcanza a ver. La desolación que crea el primero es una sonrisa extremadamente cercana, tan cercana que te atraviesa y dejas de verla. Es una sonrisa que escribe sin haber leído antes, de la que no puedes sacar nada para ti. El que se deja ahogar nunca se muere del todo. El que está ahogando es un espíritu repetitivo. Así que los dos están medio vivos, medio muertos. 

      Ambos hacen autocrítica. Uno está tratando de llenar el vaso, otro está intentando que no se vacíe demasiado. El primero revienta el vaso, el segundo se queda sin nada, o quizás con unas gotas de lo que pudo conseguir. 

       Lo que más me importa es que al final el primero se resigna también a ahogar, y ya no sabes qué sonrisa está cerca y cuál está lejos. Lo que pasa es que ya no importa si te estás ahogando, si me están ahogando o si quieres respirar conmigo. 



Porque ninguno estáis, más que vuestros escudos.
O está lo que me destruye.
O está lo que me borra, lo que me empequeñece. 


miércoles, 13 de julio de 2016

Idea de pie

Tu eco me resulta repetitivo después de subir las escaleras.

Tus palabras son siempre las mismas, son tus pies que están subiendo de nuevo, que no han aprendido nada.

Eres el deseo sin miramientos, eres como la muerte, nos vuelves a todas iguales.

Has conseguido lo que nunca querrías, que te recuerde con naúseas, con asco.

Que te sienta sucio, que me sienta libre.

jueves, 7 de julio de 2016

El usurpador en la mezcla

Me desperté por la mañana y descubrí un nuevo correo electrónico en mi bandeja de entrada. Había sido envíado a las dos de la mañana. El mensaje, era corto "¿Salimos a cenar?". Nos citamos a la hora y lugar acordados, de los que no me acuerdo. Había algo extraño, no tenías ni barba ni pelo, te habías afeitado completamente. Tu cara difícilmente podía ser tuya y sin embargo las sensaciones negativas que sentía por todo el cuerpo me confundían. 

Fuiste de repente el padre de un amigo de la infancia. Me preguntaste si quería ver a Gonzalo, y te respondí que quería ver a Jesús, al que siempre había tenido un cariño especial. Caminamos por las Setas hasta llegar a la calle Alfaros y allí descendimos al restaurante. Esperamos en el pequeño patio alargado, lleno de enredaderas y alumbrado por farolillos. Cuando estábamos a punto de entrar en la sala de las piedras amarillentas por las paredes, frené en seco:

- Hay un problema contigo. 
- Lo entiendo. Es un poco pronto. ¿Es por mi edad?
- No, no, nada de eso. Simplemente no eres el hombre con el que yo me había citado.

Ese hombre reconoció que no eras tú. Había leído tu mensaje y había acudido a la cita en tu lugar. Inmediatamente todos los comensales se abalanzaron sobre él y me dijeron que echase a correr. Callejeé a toda velocidad por el casco antiguo hasta que llegué a la plaza, donde una manifestación estaba siendo reprimida por la gendarmería francesa con gases lacrimógenos. Intenté contactarte, pero me había dejado el bolso en el bar.

Cuando volví, ya no quedaba nadie. Cogí mi bolsó, marqué tu número en mi teléfono y me desperté.


martes, 5 de julio de 2016

Le medida de un año no es estúpida

       Te estás volviendo una historia difusa. Un rumor que me contaron una vez, que todavía retumba en las paredes, pero que no he vivido. Es curioso, es como si me asombrase de la historia. Me parece inverosímil todo aquello que digiero ajeno y que sin embargo engullí contigo. 

        Si te veo eres un actor de mil películas, pero de ninguna conmigo. De películas antiguas, de las que solo sé un argumento escueto.  Alguien me dice que yo también estaba en rodaje, alguien quiere que recuerde. Y recuerdo, pero no me veo. 

          ¿Cuándo pasó todo eso? Es que solo veo lienzos por los cristales, representaciones sin cara. 

         Será que he vuelto a ser yo misma o que este verano me siento nueva, con casi todos mis vestidos iguales. Y será que aquello que me dijeron

Las medidas de tiempo no tienen sentido. ¿Qué es un año? A veces 365 días, a veces 366. No pienso contarlos, es absurdo.

no era cierto. Porque cuando pasa un año casi todo empieza a repetirse, y no podemos evitar reflexionar sobre aquello que no lo hace. 

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