domingo, 31 de julio de 2016

Bicicleta quemada

Un día escribo Madrid y por la noche, en mi sueño, me instas sin piedad a que deje de hacer el ridículo.  Haces que otros que se llaman como tú se rían de lo patética que soy cuando toco tu reflejo en mi cabeza.

Me siento tan mal, tan injustificable, que me olvido de mi bicicleta, y de mi bolso, que dejé colgado en el manillar. Para cuando me quiero dar cuenta, ya es demasiado tarse para terminarse el helado y salir del museo de los juegos de misterio.  A mi bicicleta le falta una rueda y el resto ha sido quemado. De la cartera, solo me han robado el dinero, cincuenta euros.

Me desespera la situación de mi bicicleta, pero ni tú ni tu tocayo me queréis ayudar. Tú sientes entre compasión y rechazo, el otro se regodea en mi sufrimiento.

Mis padres no me cogen el teléfono.

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