Le he dado cuerda al reloj y el péndulo del futuro se ha descontrolado. Estaba aburrida y me he enganchado a los contrapesos, me he deslizado por el segundero y ya no distingo el porvenir. Se va a la izquierda y a la derecha sin detenerse a darme una oportunidad para suspirar. Lo intento alcanzar como si fuera un fresbee y me golpea en la cabeza.
Aturdida me pregunto entonces si no será mejor asirme al horario y dejarme llevar con el tiempo, más pausado, sin llegar tan rápido a las doce, disfrutando más lento las seis de la tarde. Y no mirar al péndulo, que sigue moviéndose y resonando en casa de mis abuelos.
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