domingo, 12 de abril de 2015

Carta de suicidio

   No hay nada peor que que una Idea se apodere de tu mente. He leído que las mujeres nos enganchamos a los recuerdos, y en mi caso es totalmente cierto. Vivimos los recuerdos como realidades, y esperamos que se cumplan todas las promesas que nos hicieron o creímos que nos hacían. 

    Se me está nublando el cerebro intentando salir de esta espiral que no soy más que yo conmigo misma. Tengo que aceptar que he perdido contra mi ego, y contra muchos otros. He perdido y estoy perdida porque no lo quiero reconocer. Me quiero permitir hundirme de manera real. Estoy flotando, tragando cantidades ingentes de agua. Atragantándome de forma intermitente con mis ideas de salir del pantano sin terminar de hacerlo. Y creo que solo hundiéndome, ahogándome de verdad conseguiré renacer.

   Quiero matarme en la metáfora, destrozarme la vanidad. Aceptar mis fracasos y derruirme con las victorias que nunca tuve. Quiero arrastrar la Idea conmigo y dejarla en el fango, que sea parte de mi cadáver, que se pudra, que te pudra, que nunca pueda salir de ahí. Y que si vengas ya no te conozca, ni tú a mí.

    Esta mañana quería ser ceniza de nuevo. Pero recordé que mi patetismo me había hecho ya hundirlas en otro barro. Y ya no conseguía calmarme pensando en la magnitud de lo que perdí una vez, ya no sentía dolor. Yo sabía porqué era: pude desprenderme de toda mi ropa y bucear hasta la extenuación. Me arrastré como una serpiente y lo perdí todo. Entonces, cuando hube de verme tan desvalida, pude volver a crecer. 

   Antes me sumergía en sus recuerdos para sufrir de otra manera, para sufrir de la manera más profunda que conocía. Más valía ese dolor que cualquier otro nuevo. Pero ahora que no tengo ese recurso solo me queda volver a pasar por lo mismo. De una microforma, por supuesto. Así que, lo siento, voy a asesinar a dos o tres neuronas y apuñalarme el alma para invalidar mis emociones.

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