jueves, 16 de abril de 2015

Sobresalto a las tres de la tarde.

     No estaba empezando a soñar cuando la extrañeza de mi entorno endureció mi almohada. Toda mi literatura se convirtió en preguntas y para cuando las quise responder ya me había despertado. Caballos trotaban sobre la mesa, el sol se encendía en la ventana. Sobresaltada, me miré el hombro, pero no estaban tus ángeles de la guarda. Los saludé de todas formas y me dije que estaba cansada. Leí mis cuentos oscuros, me encerré en la soledad amortajada. 

     Cogí la lista del "ser sin estar" y confirmé que estaba censada. Una señal hecha de heridas subrayaba mi nombre, María. ¿Quién volverá a aquel sueño? me decía mientras miraba mis huellas pasadas. Y seguí caminando medio viva, sola, como si nada.

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