domingo, 29 de marzo de 2015

Sosegándome el corazón.

Tengo que remontarme atrás en el tiempo. Tengo que ponerme un pichi de pana de pasear por los jardines de la Victoria. Tengo que ir a ver nacer a mi hermana. Tengo que ser pura, cristalina, cordobesa. Tiene que no haber nada en las nubes. Por favor, que no haya nada allá arriba.

Tengo que simplificar más aún mi vida. La vida es simple, somos nosotros los que nos la complicamos. La trayectoria es básica. Pero la simplicidad me acerca a la muerte que tanto me aterra. Se me está yendo de las manos la cabeza. 

Tenía que haber dejado pasar el tiempo prudencial de duelo. Tendría que haber dejado que luchasen por mí, después de tanto tiempo peleándolo todo por creer en el amor. Ya sabía lo que era el amor. He querido tan bien y con tanta dedicación. Me he sentido tan querida y tan diferente. Y aunque esas diferencias hayan terminado por rompernos, él me hacía sentir segura. Ahora no puedo confundir el ocio con mi vida, no puedo aferrarme a la búsqueda de mi sonrisa fácil.  No me gusta la persona en la que me conviertes, ni los sentimientos que me despiertas. Odio que jueguen conmigo, y odio que en realidad no lo hagas. No me dejo avanzar, y tú tampoco. Y no lo sabes. O no te importa. (Disyunción no excluyente)

En ocasiones siento paz. Hoy por primera vez en el año, la noche ha sido veraniega. El calor me sofocaba de manera tenue los hombros, la brisa me alegraba las mejillas. Eso es independiente de mi corazón, puesto que eso siempre ha sido así, desde que tenía mi pichi de pana. Es embriagador, es mi pasado en el presente, es la certeza de lo imperturbable de la naturaleza, del tiempo. Es algo que siempre me acompaña. Me he puesto mi vestido nuevo, corto, de tirantes. Me he cruzado con decenas de miradas. He sentido que me merecía esta tarde-noche, que era solo para mí. 

Voy a simplificar mi vida, voy a tomar el caso mejor y a programarla con el algoritmo de mínima complejidad, el de la brisa nocturna. 

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