¿Qué está pasando? Me pregunto aturullada en cada despertar de esta noche tan calmada. Me está poseyendo una idea. Se ha apoderado de mi química y mis recuerdos están transformando las fantasías en pesadillas.
¡Qué poca moral y cuánto egoísmo! Solo temo por mi futuro, por mi sufrimiento, por lo absurdo de esto que me acomete. Porque no me gusta apostar a un caballo perdedor y apueste al que apueste tengo cierta certeza de que mi caballo va a perder y todos los otros llegarán a la vez a la línea de meta.
¿Qué me pasa? Ya he aprendido a desistir de las fantasías. Sin embargo, mi mente se resiste a esta malsana enfermiza costumbre, a esta droga de las hormonas del chocolate con leche. Quiero acariciar cada parte de mi racionalidad, y cuando este distraída, arrancármela del cerebro y metérmela en el corazón.
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