Mi habitación está viajando en el tiempo. He pestañeado y la cama de matrimonio y las mesitas de noche nacaradas se han esfumado. Una niña de trece años con dos trenzas ha saltado por encima de mí y ha pegado su cama a la pared, con su colcha de flores sonrientes. Su vida se irá transformando con su cuarto hasta que no le quede ni un resquicio de infancia. Su ordenador de mesa delante del cual gastará tantas horas se quedará obsoleto, demasiado viejo y pequeño para su nueva vida. En la mesita pleglable de la pared sus apuntes serán cada vez más científicos y las matemáticas ocuparán un sitio indispensable. Porque ellas nunca la defraudarán, aunque alguien de su mundo puede que lo haga. Ellas son seguras, no te confunden, no te mienten. Podrá con ellas algunas veces, y se dará de bruces con un muro de análisis otras, pero nunca estará en la incertidumbre, para eso estará ya su corazón.
Si ella supiera que dentro de un mes conocerá al chico, que más tarde será hombre, que más tarde la hará ceniza... Tendrá la sonrisa plateada y la contagiará de sueños. En su camita empezará a tener esas pesadillas que de vez en cuando todavía me asaltan a mí en la penumbra. En dos años su alma será un huracán, no será su primer beso, pero será su primer amor, y dejará un herida tan profunda que él será capaz de abrir siempre, porque nunca terminará de cicatrizar. Ay, niña ilusionada con el bádminton, si supieras la lesión crónica que te espera, que te alejará de ese mundo para siempre. No sé si te gustaría saber que gracias a eso estudiarás francés e italiano y abrirás muchas ventanas.
Pero mi habitación se está transformando aún más. El morado de las paredes se ha caído y ha dejado paso al amarillo. La mesa del ordenador ha sido sustituída por el viejo escritorio de mi padre, pintado recientemente del mismo color que las paredes. Al lado un pequeño televisor de botones y en lugar de la mesa plegable, un mesita con dos pequeñas sillas sobre una alfombra para jugar con los cochecitos adornan la habitación. Es la sobremesa, y dos niñas juegan y corren de un lado para otro, será la última época en la que serán amigas antes de empezar a distanciarse sin remedio. Verán en la tele los dibujos animados que recordarán con nostalgia con sus amigos andaluces cuando estén en la universidad. Y la mayor empezará a escribir con el corazón, gracias a su profesor de primaria, don Agustín, al que siempre le agradecerá ser la persona que será. Decidirá que quiere se profesora de lengua para no alejarse nunca de las palabras. Eso no se cumplirá, pero las palabras te acompañarán siempre como amigas, estarán ambiguas en el momento que las necesites, serán cambiantes a lo largo del tiempo. No te preocupes, estarán cada mañana, por si tu cuarto empieza a cambiar y necesitas contárselo a alguien.
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