miércoles, 21 de septiembre de 2016

Nadie tenía ganas de hablar

Azahara estaba contentísima de poder pasar un tiempo en el cortijo, no quería irse de allí. Envidiaba mitad el cortijo y mitad la vida del matemático que allí vivía. No hacía más que repetir sus ventajas. El padre salió en mi busca, para poder enseñarme sus instrumentos musicales. Cuando llegamos al cobertizo, sólo quedaba el esqueleto de un arpa.

"Todo se quemó en el incendio. De hecho, ésta no es nuestra casa. Es la de enfrente. "


Habían pintado el arpa con pintura blanca. Todo era blanco, como el azahar.

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