sábado, 16 de junio de 2018

Lo que cambia y lo que persiste

- ¿No quieres ser famoso?

- Jesucristo es la persona más famosa del mundo y probablemente no se pareció en nada a la imagen que tenemos de él.

Estábamos sentados de espaldas al Guadaquivir cordobés, el que se entremezcla con la maleza, el que no es navegable, el de los molinos rotos, el del agua marrón y turbia, el de la mezquita y el que siempre está "pabajo". Yo estaba mirando a la esquina de un restaurante y pensaba que tenías razón. Y sigues teniendo razón.

Aunque siga intentando olvidarte, olvidar en general, persistes como los puentes romanos, como persisten las piedras de aquellos bancos. Qué triste se me hace tu fama, qué diferente eres de todo aquello que recuerdo. Y cuánto me costó asumir que solo has de existir en mis sueños, en forma de paraíso de veinte segundos o de pesadilla para toda la vida, en la que tú y tu pareja me mostráis un anillo de casados en el dedo anular, en la que yo intento ser feliz y natural y acabo estallando en lágrimas y desesperación.

La pérdida.

La disociación.

El desapego. 

Saber qué es potencialmente real y qué no lo es. Recabar, rescatar la fuerza del recuerdo del sufrimiento para poder vivir en paz. Aceptar que en mi vida, la realidad se hace sueño, y a guardarlos en el lugar que les corresponde, en mi cabeza y en palabras que aplastan y aglutinan tu esencia.

Sé mi sueño y sé mi realidad. 

Y tú quieres realidad sin mi sueño.

Y yo prefiero los sueños (con o sin realidad).

Y tú no puedes entrar en mis sueños sino a través de mi realidad.

Sabes bien que hablo de esos sueños atemporales, los que persisten, como los veranos de Sevilla, mientras enfrentamos el miedo al cambio de realidad. 

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