Iba a escribir un millón de cosas en un cuaderno. Pero al final no tuve tiempo, ni ganas. Iba a escribir que escribía en las mesas de los bares para después no escribir en ningún sentido. Iba a contar las teclas de mi voluntad, de ver pasar a las personas como en un escaparate de temporada. Iba a deshilar mis sueños, pero ya se me han olvidado.
No te pedí escribir, ni tú me pediste que escribiera, y mi cuaderno de bitácora sigue vacío, esperando que el papel clarifique una historia digna de fundirse con tinta de verdad.
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