domingo, 14 de junio de 2009

Tsunami Progresivo

Ayer estaba en la playa, una playa atestada de personas y pelotas hinchables. Entonces una gigantesca ola hizo subir la marea unos 5 metros. Y otra más, y otra más y otra más.

Quiero irme de allí, no quiero morir ahogada. Intenté arrastrar a mi familia fuera de la orilla en vano, todos quieren bañarse. Era como si la mitad de la población no se diese cuenta de lo que estaba pasando, como si solo les importasen sus sombrillas. Únicamente me acompaña un chico de unos 30 años, bastante guapo.

Corremos con el agua pisándonos los talones, subimos dunas y atravesamos una carretera por última vez. Nos rodeaban niños, más ágiles que nosotros, que no paraban de gritar. Sus rodillas se doblaban para escalar las dunas como las articulaciones de un insecto.

Por fin llegamos a la tienda de cosméticos y allí estaban mis padres. Les dije que quería irme con aquel chico a algún lugar alto donde no llegara el agua, que las olas estaban punto de llegar al lugar.

Mis padres nunca confiaron en mí. Así que no es de extrañar que no me dejaran irme con aquel pervertido y que no se creyeran una palabra de aquel disparate de las olas.

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