jueves, 16 de septiembre de 2010

Merci Beaucoup


Cuando me di cuenta de que aquellas dos personas querían matarme solo me quedaba una salida, la que me ofreció Jérôme. El poblado no quedaba muy lejos de la frontera con Francia así que me montó en la motocicleta y me llevo hasta su casa, con la esperanza de que yo pudiera refugiarme allí.

Jérôme siempre había sido “très gentil” y ahora le debía la vida. Su casa era enorme, algo rústica. Ahora, contemplaba una feria desde la ventana del ático a sus veintiún años sepultados por su metro sesenta de altura.

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