jueves, 11 de enero de 2018

Venecia

Antes de irme déjame decirte que recuerdo Venecia. Y lo hago no como la romántica y turísitica. La recuerdo en cierta manera como una ciudad normal, donde pasear por las calles desiertas, las de los tendederos de la gente que no puede comprar ni en los mercados abarrotados de visitantes porque no tienen dinero, las calles de las barquillas rotas.

Déjame decirte, sin que nunca te enteres, que Venecia es un laberinto de italianos normales haciendo carreras de orientación por la noche. Venecia es que le preguntes a una señora mayor que donde podemos comer, y que ella se asuste porque no le suele hablar nadie, que te ofrezca un plato de pasta.

Venezia è amarci col nostro italiano che non è perfetto, ma è nostro.

Venecia es tener una foto en la que me veo mirándote e imaginando un futuro juntos, es atraparte en un viaje de un día y sin hoteles. Es pedir un café en la barra de un restaurante caro, por la cara, y que la camarera te cuente cómo la ciudad está muriendo de éxito, como nunca más será lo que era.

Venecia nunca más será Venecia.


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