Mi error no fue amarte, sino pensar que me habías desentrañado. En mi vanidad no vi que tú solo necesitabas un delirio fugaz, y que en ningún caso soñarías conmigo. Y ahora me da pena haberme endurecido y ser más real, aunque no me arrepiento. Y ya solo sueño contigo con los ojos cerrados, como cuando beso.
Pero ya sé que no me viste, que me creaste a voluntad de tu fantasía y yo te ayudé. Sé que cuando quise abrazarte el alma me rechazaste. Mi fragilidad puede ser aterradora, no te culpo.
Me toco los brazos y me siento verdadera. Ahora quiero sentirme digna de mí.
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