Pero esta vez, ella lloró. Lloró
hasta que todos se ahogaron. Estaba harta de soportar a aquellos seres
diminutos que le carcomían el cerebro, que apretaban sus neuronas con sus
deditos. Normalmente trataba de ignorarlos, pero esta vez, se los sacó por el
oído dándose golpes en la cabeza. Los ocupas cerebrales cayeron en un bol de
cereales cuidadosamente preparado. Entonces, con una gran sonrisa, comenzó a
cortar las cebollas.
domingo, 14 de diciembre de 2014
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