Había escrito cien veces te quiero. Contemplé mi obra, era perfecta. Había usado varios colores, tamaños y texturas. Estaba cansadísimo, había pintado hasta la chimenea de la casa. Pero había merecido la pena, ella había estado mirándome todo el tiempo a través de las ventanas. Incluso había decidido devolverme las llamadas después de tanto tiempo. Lástima que hubiese olvidado mi móvil. Nos miramos embelasados, casi llorábamos de la emoción. Entonces sentí una mano en mi hombro. "Señor, tiene que acompañarnos", me dijo el agente de policía.
lunes, 15 de diciembre de 2014
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