domingo, 22 de agosto de 2010

Envidia


Ayer, mientras me quemaba en la tumbona de la cubierta de un barco, leí un artículo del dominical de la semana pasada. Trataba sobre la envidia. La envidia menos sana, la que nos lleva a desear lo peor al enemigo.

En el final de mi lectura una afirmación tan rotunda que se desmoronó en mis propios pensamientos de esquiva moral. Esencialmente decía que el amor no es un sentimiento egoísta, que no solo no se envidía al prójimo, sino que se disfruta con su bienestar, que es un sentimiento completamente servicial.

No estoy de acuerdo. El amor es lo más egoísta que existe. Es posesivo, nos desata. Cuando nos perturban los sentimientos somos capaces de hacer cosas terribles para conseguir lo que queremos. Y si no las hacemos, ¡cuánto menos que sentirlas! ¿quién es feliz cuando la perosna a la que amas es feliz estando con otra? No confundamos cariño con amor, ni tópicos literarios con realidad.

No, no es un sentimiento noble esto del amor. Es tramposo, despiadado y no te cede ni un segundo para que te puedas preparar.

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