Estaba oscureciendo en el parque de atracciones, hacía poco que habíamos entrado, pero nos habíamos dispersado y a mi lado solo estaba Jose, con quien no hablaba desde hacía años. La última vez que visité el parque de atracciones, puedo recordarlo muy bien, fue con un grupo muy grande, el antiguo equipo, entre los que estaba JF y Francisco.
A pesar de la noche, entre las luces de neón de las atracciones el bullicio se hacía notar, las colas estaban abarrotadas. No introdujimos en un túnel en el que solo se podía pasar en barca. A uno y a otro lado atracciones para niños, casas del terror, ruido y más ruido.
- ¡Vayamos a una casa del terror!- Gritó muy ilusionado.
Asentí con la cabeza y le propuse unas cuantas, pero ninguna le parecía bien: Algunas eran demasiado pequeñas, otras demasiado infantiles. Al llegar el final vimos un gran amasijo de calaveras e infraestructuras tenebrosas, nos pareció perfecta, muy misteriosa. Sin embargo, no encontramos una entrada y nos pusimos a discutir sobre atracciones de este tipo.
- ¿Te acuerdas del edifico gigante de la feria del año pasado? Era todo de ladrillo pero dentro daba muchísimo miedo.
- Sí, pero era mucho mejor la caída libre donde te tapaban los ojos.
- Las cosas dan más miedo cuando no sabes lo que está pasando.
Entonces vimos la caída libre del parque, era a cielo abierto y no te tapaban los ojos pero me encantaba. Así que convencí a mi amigo para ponernos a la cola.
- Después quiero ir a la montaña rusa, hace años que no subo.
- ¿Qué pasa? ¿Te da miedo?
- ¡Para nada! Es que está tan lejos de las demás cosas…
En efecto, la montaña rusa se situaba casi al final del parque y estaba separada del resto de atracciones por un parque de setos. Por esta razón siempre había muy poca gente en la cola. Creo que esto también podría a deberse a lo siniestro de la atracción: no se oía a nadie hablar, solo el traqueteo de los hierros, y esas luces tan blancas invitaban a alejarte.
Aún así me puse en la cola con todas mis ganas. Solo cuatro chicas esperaban delante de mí, conversaban con una empleada del parque que les comunicaba que con menso de 10 personas no podría ponerse la atracción en marcha al tiempo que amanecía.
Cuando hubimos reunido la cantidad de personas suficiente me dispuse a montar. Todas las chicas estaban en la parte de atrás del coche. Yo no estaba nada asustada así que me senté en una de las filas delanteras, las barras de seguridad se ajustaron y el coche arrancó. En el primer looping me di cuenta de que la barra no se había ajustado bien, ¡estaba suelta!
- ¡La barra no está sujeta!¡Que paren la atracción!- Gritó una chica de la última fila.
Las dos empleadas que se encargaban de la montaña rusa estaban también eran las dependientas de un pequeño videoclub que estaba al lado del torno de entrada. Se encontraban ordenando las películas y no podían oírnos. Al rato una de ellas miró a través del escaparate y avisó a su compañera. Salieron corriendo y en una de las veces que el coche pasaba por la entrada subieron a la atracción a dirigirla desde el cuadro de mandos de la primera fila.
Ajustaron los mandos de las barras de seguridad y todo volvió a la normalidad hasta que el vagón descarriló. Por lo visto, una Barbie se había caído del bolsillo de una de las chicas para ir a parar a las vías de la atracción.
Salté del carricoche y me metí en el videoclub. Jose estaba mirando películas subido a una escalera. Le dije que bajara. Entonces fue cuando vimos a las dos empleadas corriendo hacia nosotros, gritando como locas.
Cuando recobré el conocimiento estaba atada, en el tejado de un edificio, y aquellas dos chicas me miraban, pidiéndome un beso.
domingo, 24 de enero de 2010
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