lunes, 4 de enero de 2010

Disparos en la Piscina

"En esta piscina - decía el panfleto - todas las personas podrán disfrutar de un baño con simpáticos animales marinos: delfines, pececillos de todos los colores e incluso una orca marina."

Y allí estaba yo, nadando con una familia, cuando me percaté de la presencia de una veterinaria que estaba tomándola la temperatura a la orca. Dijo en voz muy baja que habría que sacrificarla porque en unos segundos se volvería extremadamente violenta. Pero esos segundos no bastaron. El animal comenzó a arremeter contra los azulejos de la piscina formando abolladuras por todos lados, las cuales iban aumentando cada vez más.

Me apresuré en subir una planta del polideportivo junto con un hombre que parecía ser perseguido por la horca debido a que a cada paso suyo el suelo se abollaba y saltaban las losetas. Entonces empezaron los disparos.

Un remolino de adolescentes empezó a subir las plantas del edificio. La piscina ya no estaba, ahora estaba el suelo de los pistas. Yo ya había alcanzado la ultima planta y desde allí observaba el panorama: El profesor de informática de los chicos había aprovechado la ocasión para sacar una pistola y comenzar a pegar tiros por doquier.

Todos nos distribuimos por las paredes puesto que existía un hueco cuadrado que daba a las pistas de unos 5 x 5 metros y evidentemente ninguno quería estar en el punto de mira.

Aquel hombre bajito, moreno y con gafas si situó en los primeros escalones de la escalera más a mano y nos observó a todos, en hilera. Y abrió la boca:

-Bien, miremos lo que pasa si disparo a alguien que esté por debajo de mí.

En el centro de la pista estaba atada a una silla de madera y amordazada Patricia, una chica gótica, muy alta de tez pálida. El hombre diparó y una bala describió un parábola por encima de la cabeza de mi amiga. Todos estábamos callados, con muchísimo miedo. Un niño de unos 8 años estaba llorando justo a mi lado. Decidí cogerlo en brazos.

-Y ahora veamos que sucede si disparo a un niño que esté en la ultima planta.

Apunta a la cabeza del niño. Si pasa lo mismo de antes... el disparo me lo llevo yo.
¿Qué prefiero? ¿Qué prefiero? ¡No lo hagas!

Cierro los ojos. ¡Bum!

1 regalitos:

Anónimo dijo...

en aquel momento una pequeña mariposa se poso sobre el revolver, y desperte, alli estaba yo en medio de un lago helado, la luna se refljaba en mi rostro, el niño de ocho años sonrio: sabia que ningun revolver podria detener la primavera en un lugar donde el viento era mas rapido que la maldad.

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