por la ciudad rota y cosida
y sus almacenes desangelados.
Sabías que no te pediría perdón,
e ignorabas que quería rozarte
la mejilla, la nariz, lo que tocase.
"De esto va todo,
de que somos millones"
contestaste a mi sorpresa.
Tenías razón y no me pesaba
pero mi boca no usaba palabras
que redimieran o iluminaran.
Me agarré a tu pelo,
me subí a tu boca
y tu sorpresa no apartó mi peso.
No eras mío,
no era tuya,
pero el momento nos pertenecía.
"¿De qué va todo esto?
Esto ya no nos toca"
me dijiste iluminado
o tomándome por loca.
Me dejé caer en tu pecho.
"Perdona, perdona, perdona"
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