miércoles, 30 de junio de 2010

Velas, dinamita y pólvora

El cuarto de calderas del aeropuerto no era tal, Elena estaba segura. Así, un buen día decidió escabullirse de clase.

El aeropuerto estaba junto al instituto. ¿Cuántas veces se había entretenido en seguir con la mirada los aviones? No tardó nada en llegar y menos aún en encontrar el pasillo de mantenimiento. Miró a un lado y a otro para cerciorarse de que estaba sola y abrió la puerta del cuarto de calderas.

Efectivamente, todo estaba lleno de pequeñas velitas encendidas, dinamita y pólvora esparcida por el suelo. En medio de todo, su profesora de Fïsica.

-Tu me mostrarás lo que necesito saber- le dijo a Elena precipitándose sobre ella y tapándole la boca para que no gritara.-Tienes en tu cabeza todo lo que necesito.


Tras un breve forcejeo Elena pudo huir y llamar a el chico de seguridad.

Mientras se llevaban a su profesora a comisaria un hombre gritó "¡Moriremos todos muy pronto!" Nunca se vio mayor expresión de horror en la cara de la nueva reclusa.

lunes, 28 de junio de 2010

Lewis Carroll - Alicia en el País de las Maravillas


Este fantástico libro del matemático Lewis Carroll está gratis en Internet en formato .pdf.

Lo estoy leyendo ahora y quiero compartirlo con vosotros.

¿Qué os parece?
Haz click aquí para descargar el Ebook

Absurdo atentado


16 de Julio de 2008


Cuando la iglesia de la plaza mayor cayó sobre todos los ciudadanos con la facilidad de un recortable de cartón al soplarle, me vi atrapada por el reloj de ésta. Poco a poco conseguí escabullirme y desorientada miré hacia mi alrededor.


Subí por las escaleras de un edificio de fachada marrón. Al llegar a la azotea descubría que había una piscina llena de gente. Una simpática y amable socorrista con una tranquilizadora voz comunicó que era terrorista y nos explicó los cinco tipos de bombas a arrojarían sobre la piscina, cuatro de las cuales no tenían efectos importantes. Las personas iban de un lado para otro intentando instalarse en los lugares que, a su modo de ver, tenían menos posibilidades de ser diana.


Transcurridas unas horas, la dulce socorrista se colocó en un extremo de la piscina y fue arrojando simultáneamente cuatro tipos de bombas. El resultado en los afectados fue a lo sumo la ropa chamuscada por completo. Solo faltaba una, la última, la peor. Bajé las escaleras a todo correr y me metí en una casa. Era poco recomendable hacer eso, por los escombros que podían caer, pero no me importaba. Junto a mí, un matrimonio buscada refugio en un abrazo.


Oímos el helicóptero y algo que atravesaba todos los pisos superiores. Un agujero se hizo en el techo y cayó a mis pies una especie de barra alargada que irradiaba color morado. El tiempo pareció detenerse durante unos segundos, mientras esperaba que aquel objeto explotase, pero solo salió un gas inodoro que comenzó a asfixiarnos. Huí como pude y fui a parar otra vez a la plaza mayor, donde me tiré a la hierba e intenté tomar aire.

martes, 22 de junio de 2010

Salto de Agua

Paseaba por un pueblo bastante peculiar: Estaba edificado a la orilla del mar y se extendía angostamente hasta llegar al extremo opuesto en el pico de una alta montaña tras seguir el curso escarpado a contracorriente del arroyo, entre las sombras apacibles de la oscura vegetación y las piedras mojadas. En la parte marítima, la arquitectura correspondía a la tradicional de los pueblos del interior de España, a partir del pie del monte, era típicamente inglesa. Atravesar el pueblo era como pasar de Tordesillas a Knaresborough en cinco minutos.

Yo me encontraba en la única avenida (ni que decir tiene que todas las calles eran peatonales) después de haber bajado una infinidad de escaleritas de madera. Me senté en el taburete de plástico de la terraza de un bar para descansar un poco. Sentado en suelo y apoyado en la pared, justo al lado del panel de los helados estaba Moisés, siempre ataviado con sus zapatillas de correr, unos vaqueros y no importa qué camiseta. Devoraba ávidamente cada detalle mientras su pelo moreno y algo largo, que normalmente se encontraba a metro noventa de los pies, se removía a su antojo. Me puse nerviosa y decidí ignorarlo.

-¡Ey, María!- Me dijo con un tono de voz más que despreocupado y con una sonrisa en los labios.
-¡Moisés! No te había visto. Qué sorpresa encontrarte aquí, pensé que nunca más volveríamos a vernos.
- Lo que son las cosas.- No borraba la sonrisa, me estaba hipnotizando.

¿Qué estaría haciendo aquí? La verdad es que ya me había encontrado con turistas bastante extraños, que se me quedaban mirando sin razón alguna. Todos ellos decían conocerme.

-Oye,-prosiguió- hay una chica sentada ahí que te está esperando.
¿Quién podría ser? Había venido sola, quería deshacerme del molesto estrés urbano. Lo último que me esperaba era este panorama.

Pero era Laura, hacía cuatro años que no la veía. Laura y su pelo negro (¿se lo había rizado?) Se la veía muy angustiada por haber suspendido Historia de España este último curso, ya que miraba con preocupación su boletín de notas. Cuando me vio, me abrazó largo rato mientras yo sentía que se llenaba un espacio vacío en mi interior.

Le presenté a Moisés más allá de las preguntas que se había cruzado anteriormente y parecieron llevarse bien. Decidimos ir al lado de la montaña los tres juntos, así que subimos toda la escalinata de madera. Yo iba la primera y al llegar arriba del todo me choqué con un hombre calvo, algo rechoncho y con gafas, que me saludó amistosamente. Me dio muy mala espina y decidí hacerle una foto con mi cámara analógica. Laura me miró con complicidad, tampoco se fiaba de aquel tipo. Al final decidimos irnos a dormir la siesta. La casa rural en la que me alojaba estaba en sentido contrario a la suya así que nos separamos.

Cuando estuvieron suficientemente lejos el tipo de la gafas me asaltó.
– Voy a matarte. ¡Corre!-
¿Quéee? Ese tío me quería matar sin darme siquiera una explicación. Parecía que iba en serio así que me escondí en la montaña y fui escalando por el río con una velocidad que nunca hubiera imaginado. Finalmente llegué al nacimiento. Estaba iluminado con algunos focos entre la oscuridad de la noche. No era un chorrito pequeño que nacía de una roca, sino que surgía de la raíz de un sauce con un gran caudal, se deslizaba 3 metros y después se precipitaba por un gran salto de agua.

El tipo de las gafas con su asquerosa sonrisa estaba agarrado al sauce a punto de resbalar y sujetaba amenazante a Laura, la quería dejar caer. Yo no podía hacer nada, si me movía me abriría la cabeza al caer por el salto de agua. Entonces una pedrada le hizo perder el equilibrio y soltar a Laura. El tipo se despeñó en la caída y mi amiga se agarró de mi mano. Sentí como me tomaban de la otra mano y nos sacaban del peligro.
Moisés me había salvado la vida.


Lo más leído