En una de las más grandes urbes nocturnas con cientos de luces de coches, ventanas y farolas, diminutas como luciernagas, se encuentra un barrio variopinto. Es el barrio de los restaurantes, grandes y pequeños, cutres y para la alta sociedad.
La singularidad del barrio se caracteriza por el hecho de que instalaciones (la mayoría de comida oriental) muy distintas se encuentran una al lado de la otra:
En un callejón está un restaurante de comida china, sin muchos recursos. Es un buffet libre cuya comida se encuentra repartida en una mesa a largada en el centro de el pequeño espacio. Los manteles son de cuadros, las paredes amarillas y las servilletas de papel.
En su parte trasera, mirando hacian la gran avenida el restaurante asiático más famoso de la ciudad nos intimida. Su techo es altísimo, sus paredes oscuras y sus luces tenues. Para poder disfrutar de un mesa en este día de San Valentín y poder pisar el marmol pulido y trabajado de la entrada hubiera sido necesario reservar mesa hace tres meses.
domingo, 14 de febrero de 2010
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