Animalito mío, ¿cómo puedes ser tan confiado? Sucumbes bajo mis caricias en tu extenso cuerpo, como si mis manos estuvieran imantadas a él, sin temer.
Creía habértelo dejado claro la última vez, jamás podrás dominarme. Ayer, mientras salías a dar tu paseo matinal, encontré una criatura mucho más pequeña que tú en tamaño, pero más bella en apariencia. Y aunque tu serás siempre mi mascota, decidí divertirme con aquel curioso gato pardo.
Como desconocía aún su manera de actuar, me aproximé con cautela, a pequeños pasos, hasta que comenzó a acercarse con identica curiosidad. Entonces me llevó a su enorme madriguera y estuve jugueteando con el animal, fue realmente divertido.
Luego, exhaustos, yacimos en el suelo unos segundos, pero súbitamente subió a mi pecho para ser acariciado. Y al apreciar su piel suave y resplandeciente lo hice sin pensarlo al tiempo que mi vello se erizaba de placer.
Terminado el ritual saltó de mi regazo, y me miró con ojillos vívidos y tiernos, pidiendo que no lo dejase allí. Pero lo hice, no te puedo abandonar, te quiero.
No se preocupó demasiado, volvió su cabeza atrás algunas veces y después desapareció para siempre.
Ahora vuelves de tu paseo y te acurrucas junto a mí. Todo continúa como antes.
martes, 4 de agosto de 2009
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