Tengo derecho a atesorar los momentos antiguos, a revivirlos sin pena. Mi alma le sonríe a tu recuerdo, tan inexistente como tu amor por mí. Y no me importa, porque he aprendido a vivir en la integración que me hace feliz.
Por un lado, mi pasado ya no convive con mi futuro. Ya no me pone una soga al cuello repitiéndome que nada será como antes. Por otro, hago mi pasado parte de mi presente, parte de mí. Ya no rechazo los recuerdos felices que me causaban dolor, ni los recuerdos dolorosos que me avergonzaban.
Los recuerdos de mis emociones y mis derrotas no merecen ser olvidados. Teniéndolos conmigo, sin dolor, es como seguiré mi vida.
Y ahora por eso puedo vernos frente a frente en el Automático, mirándonos a los ojos, cogiéndonos de la mano por encima de una mesa que han cambiado de sitio. Por eso ahora puedo cerrar los ojos y sentirme abrumada por el escalofrío que tus ojos me causaban al contemplarme. Y sonrío, porque lo puedo sentir real.
Te puedo sentir inmortal e infinito en ese momento de mi memoria.
martes, 22 de agosto de 2017
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