jueves, 7 de agosto de 2014

Un beso a la desesperada

Contra todo pronóstico habíamos vuelto a vernos, esta vez en un campo de fútbol con el suelo de gravilla. Era casi de noche y no podía más que intuirte.
Se palpaba una tensión incrédula y marchita, algo pasado de rosca, que poco tenía que ver con nosotros pero hacia que me palpitara el corazón.

- ¿Tienes algo que decirme? - Preguntaste como si tuvieras prisa.
- Solo una última cosa.

Recorrí los cinco metros que nos separan y te besé con todas mis ganas. Me agarré de tu pelo, te acaricie la cara, pensaba en el tiempo que había esperado para hacerlo de nuevo. Tú me correspondiste, me abrazaste muy fuerte, como si no quisieras que me escapara de allí. Pero de nuevo tus palabras traicionaban a tu cuerpo.

- María, tenemos que parar.
Pero continuamos besándonos. Tras unos segundos insististe:
- Yo ya he encontrado a alguien, es mi madre, mi amiga y mi amante al mismo tiempo.

Me hizo gracia la descripción de tu novia, sin duda era muy acertado. "Qué tontería" pensé, "esto no tiene sentido, la silueta que yo intuí no era más que el recuerdo de tu pasado. No pertenezco a este lugar, no debería estar aquí".
Pero una vez más, un resquicio de mi corazón traicionaba a mis palabras. Me eché a llorar y te supliqué como una desesperada. Fue patético pero por una vez sentí que mi yo del pasado fue sincera. Mi sueño ha cerrado un asunto pendiente que no sabía que tenía.

Lo más leído