martes, 18 de febrero de 2014

Por fin, mi despedida.

Ya no queda nada, ni un resquicio de vía, ni un amago de saludo. Hoy di el último paso. Ya no podré saber nada más de ti. Por fin tuve el valor de romper con todo. 

A lo largo de los últimos años fui destrozando pequeños datos, dándome por contenta con las miguitas de pan que proporcionaba a mi orgullo. Empecé, en intervalos espacios de tiempo, por olvidarme del número de tu casa, ocultar tus fotos y borrar tu teléfono. Pero tenía tanto miedo de deshacerme de mí, de no poder marcha atrás.

Pero lo cierto es que hace mucho tiempo que dejé de poder dar marcha atrás. Ya está bien. Hoy ha sido el día en el que he podido hacerlo y solo un sentimiento me ha permitido hacerlo. Se trata de una mezcla bien removida de desengaño,orgullo e indiferencia, sobre todo de indiferencia. 

Cuántos días le abrí las puertas de mi casa para que entrara esa bendita indiferencia hacia ti, llena de paz, llena de futuro. Y hoy ya llegó el no importa lo que hagas mezclado con el no quiero saber más de ti. Ya no tengo el comportamiento enfermizo que me hacia enloquecer de tanto en tanto. 

Ya no quiero saber de ti a sabiendas de que me partes el corazón porque ya no lo haces. Pero no quiero volver a correr el riesgo, por eso me retiro ahora que estoy en lo alto de la cima, por temor a caer en picado. Me cierro las entradas a todos tus toboganes, voy a empezar a subir escaleras sin tu fantasma persiguiéndome a dos peldaños de distancia.

Y es que me he dado cuenta de que no eres más que un fantasma que incluso tú dejaste atrás. Ahora sé que no quiero estar contigo ahora, que solo es tu recuerdo el que me atormenta Te has convertido en un esperpento de tus sueños, aunque supongo que tal y como corren los tiempos no es improbable que yo también termine así. Por eso solo añoro mi espíritu incansable de supremacía hacia el futuro, intacto y fresco, que tú también compartías conmigo. Quizás solo quise inmortalizar los sueños de mi adolescencia en tu persona.

Ayer me miré en el espejo y vi perspectiva en mis ojos. Me asusté, siempre me ha asustado el paso del tiempo. Me sirve para darme cuenta de que todo se pierde en los recuerdos, hasta tú. Al menos los sentimientos perviven, aunque totalmente disociados de sus receptores, aflorando vagamente con algún olor, algún sonido, alguna brisa de invierno.

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