domingo, 26 de julio de 2009

La Cuestión del Turista

¿En cuántas fotos de personas desconocidas saldré de fondo, o incluso tapando al protagonista de la misma?
¿Y de que partes del mundo serán?
Las podrían usar para cualquier fin y ni me enteraría

¿Y cuantás imágenes de desconocidos tengo yo?

miércoles, 22 de julio de 2009

Odio tu felicidad

Ira.
Te juro que es ira.
Ambición por destruirte
es lo único que me guía.
Y acabar con tu felicidad
que me pesa en la vida
Y desgarrarte el alma
con maldad infinita.

Tú, que felicidad me quitas
Yo, que tu alma es mía
Yo, que soy tú,
Soy una puta suicida.

lunes, 13 de julio de 2009

Cómo manipular a tu enamorado

Y vuelta a la manipulación, por rencor, envidia y por aburrimiento esta vez.

Me llena de satisfacción sentir todo eso y actuar en contra a la ética social principalmente porque es mejor que no sentir nada.


Me muevo sigilosamente, instigada por los celos, pero con exactitud incalculada fruto de la experiencia.

Soy depredador cauto que ataca a su presa puerilmente confiada. En mi naturaleza de ser humano actúo contra mi naturaleza animal, reprimo mis ansias de devorarla y dejo que crea que ninguno de mis actos será premeditado y que dependerán enteramente de los suyos.

Pero no es así, mi reacción está estructurada, sus palabras solo provocarán ligeras modificaciones. Desde hace unos cuantos minutos estás perdido amigo mío. Unos cuantos monosílabos y un paso determinante hacia atrás bastarán para que tú mismo, presa de tu ignorancia, en unos minutos me persigas arrastrándote por la gravilla.

Intenta alcanzarme maldito reo, no lo conseguirás. Seré más rápida que tú hasta que se me antoje. Entonces volveré la vista atrás y te recogeré en mi regazo como si nada hubiera pasado. Y te acariciaré mientras pienso cómo devorar tu necio corazón, amor mío.


jueves, 9 de julio de 2009

Los Alemanes

Tengo a dos alemanes sentados a mi lado, en esta cafetería. En realidad no sé ni siquiera si son alemanes, podrían ser polacos y no darme ni cuenta. Lo que quiero decir es que no los entiendo.

Serán chicos de mi edad, unos 17 años. Uno fuma y mira el perfi de una rubia resultona. El otro caba de encender su cigarro. Ambos conversan.

A los diez minutos de plantarme aquí a escribir con mi portátil, han entrado dos chicas unos años más pequeñas gritando y alterando todo el ambiente. Mi inspiración ha desaparecido por completo y, como acostumbro a hacer, me he puesto a examinar mi alrededor.

Y una de mis miradas incursoras en el espacio-tiempo ha topado con las de ellos, hemos sonreído, supongo porque no están acostumbrados a tal revuelo por parte de las chicas. Una segunda mirada se ha vuelto a resbalar en los ojos de ese creído rubio que me ha saludo en ademán desafiante con su insano cigarrillo.

Después han murmurado algo mirándome, y el caso es que podrían haber dicho cualquier cosa porque yo no me voy a enterar de nada, por lo que toda esta escena acaba por serme indiferente.

Esta afición mira de mirar insistemente a todo desconocido con ojos desconcertantes, infantiles pero intimidadores, no me va a traer nada bueno.

martes, 7 de julio de 2009

La Contrincante

Sin esperarlo, sin esfuerzo. ¡Había ganado ese concurso en el instituto! Al salir todos me hablaban y querían ser mis amigos. Mi padre me esperaba para felicitarme y decirme que fuera a casa. Así que cogí una moto y emprendí el camino a casa.

Al mirar por el espejo retrovisor vi a una chica rubia vestida de azul y con el pelo recogido en una coleta que corría hacia mí. Había sido mi principal oponente en el certamen. Supuse que solo querría darme la enhorabuena, como tantos otros, y proseguí sin prestarle atención.

A la altura de la ferretería volví a mirar al espejo y la imagen que pude ver me paralizó por completo: La misma chica con la cara ensangrentada y el pelo revuelto cayéndole en una cara con expresión vengativa. Aceleré todo lo rápido que pude, subí la cuesta en cuyo final estaba mi casa, bajé de aquel trasto viejo, rebusqué en mis bolsillos y la desesperación me ahogó: No tenía las llaves.

Me asomé a la cuesta y subiéndola estaba ella, con la camiseta manchada de la sangre que le chorreaba del rostro, con los dientes rotos o inexistentes y sus ojos desorbitados clavados en mí. Llamé insistentemente al porterillo, pero mi padre no había llegado aún. Intenté entrar por la cochera y tuve suerte: al tiempo que ella alcanzaba la cima, mi vecino también lo hacía en su scooter. Con el pequeño mando rojo levantó la gran puerta de pesado metal lo justo para que yo pudiera entrar.


Ella aporreó el portón y vociferó con una intensidad capaz de hacer estallar tímpanos. Le grité - ¿Qué quieres? ¿Qué quieres? ¿Qué quieres? – . La única respuesta fueron cuchicheos con el vecino y comprendí que estaban compinchados.

Entonces subí las escaleras a todo correr, pretendiendo inútilmente escapar de aquella perturbada, y me metí en el ascensor. Se cerraron las puertas. Me senté en el suelo y respiré profundamente. Se abrieron las puertas…

Es un sentimiento estúpido

Es un sentimiento estúpido
El vientre a reventar
de estupidez.
El corazón vacío
Ardor de un pecho a otro
Viajante en mi cuerpo
y estúpido
Lágrimas ocasionales, con rapidez
y estúpidas
Y nadie llama
nadie comparte la rabia
tan estúpida
Porque la alegría es vuestra
algunos estúpidos
Me avergüenza sentirlo
Eterno peligroso desprestigiado

domingo, 5 de julio de 2009

Ya no quiero escuchar música

Ya no quiero escuchar música cuando paseo
Ya no puedo escuchar música cuando paseo
A veces lo intento y se pierde todo
Lo niños
Los gatos
La gente que me halaga
La que se ríe de mí
Los coches y autobuses
El viento
Algún día, una tímida mirada
Los gritos
El absoluto silencio en los callejones
Todo desaparece
Todo lo propio de un paseo
Los detalles importantes
Hasta los mismos colores dejan de tener sentido.
Pero ya es demasiado tarde
La música me atrapa irremediablemente
No puedo dejar de prestarle atención











Piso a niños
también a los gatos
Nadie me dice nada
Cualquier coche podría tocar el claxon
al girar una esquina y atropellarme
El viento ya no es un aullido
Las miradas no significan lo mismo
Ajena a los gritos
pero también al silencio.
Solo esa canción
como si quisiera que no fuera de nadie más.
NO
No quiero estar sola cuando paseo
Quiero reír de ternura
si me cruzo con algún niño
Reflexionar sobre la individual figura
de un gato
Presumir de los halagos
e ignorar a la risas
¡Qué maldito ruido
está haciendo ese atasco!
Oír el silbido del viento
Responder a esa mirada con toda la profundidad
Unirme al alboroto
y sentir la punzada del silencio en la nuca de los callejones.
Puedo escuchar música cuando paseo
Pero no quiero.

sábado, 4 de julio de 2009

El Cultivo Esponjoso

En una nave industrial, centro neurálgico de la atracción turística y comercial de la ciudad, he expuesto mi cultivo transgénico.

Son tiernos y blandos conejos con piel de de oveja que producen una lana excepcional, además de ser la mascota ideal para los más pequeños de la casa.

Tenemos cientos de ellos y gustan a todo el mundo: fíjense como acaricia a uno de ellos ese niño que parece ser sacado de una feliz película americana.

Disponemos de dos métodos para esquilar a sus conejos y poder tejer jerseys inigualables: bien el método tradicional de tijera, algo más costoso y menos eficiente pero con un mejor acabado, o bien podemos arrancarles la piel a tiras.

Este último método es veinte veces más rentable que el anterior aunque la calidad es menor (cosa que nuestros investigadores no acaban de comprender.)

viernes, 3 de julio de 2009

El egoísmo fracasado

A veces, sólo a veces, tengo la impresión de que estoy atentando contra una de las únicas cosas en las creo: la intensa sensación de vivir.

Y es que no importa que sentimiento recaiga sobre mi pecho: odio, obsesión, dolor, alegría, placer... Desde el más horrible hasta el mejor provocan en mí una certeza insegura, la de estar viviendo.

Y ahora es cuando me planteo: ¿Por qué en ocasiones no siento nada? Es como si me embargara el vacío. No siento pena ni alegría, nada me obsesiona, ni siquiera es aburrimiento; se trata de una indiferencia absoluta hacia todo lo que me rodea.

Lo calculo todo friamente, cada palabra, cada acto, cada mensaje. Siento que cometo una manipulación continua en la que provoco sensaciones a los demás sin sentir apenas remordimientos. De hecho, esto no es un texto en el que diga que me arrepiento, es solo una reflexión de mi comportamiento.

A veces, pero únicamente a veces, me identifico con una máquina y todas mis emociones se desparraman por mi espalda.

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